lunes, 22 de marzo de 2010

El diluvio universal –versión de la tribu kawésquar (Tierra del Fuego) Ana Clara Bonaparte




Un día, mientras un joven descansaba bajo un árbol, pensó que si hacía una buena comida su novia estaría contenta. Después de dormir treinta minutos más ¡Porque después de un buen almuerzo una siestita no se le niega a nadie!, se levantó, se desperezó con un enorme bostezo y salió a caminar a ver si encontraba algo para comer.

Al rato de caminar y no encontrar nada pensó: “¡¿Puede ser que no haya nada?! Por lo menos que aparezca una nutria” y siguió buscando.

Dicho y hecho, el joven, después de muchos machucones (porque era, por decirlo de alguna manera, un poco torpe para caminar) se encontró con una peluda nutria al borde de un lago. Después de mucha persecución y, entre chillidos y gritos, el chico logró cazar al pobre animal que, al fin y al cabo ¡no tenía la culpa de que él quisiera cocinar carne!

No hace falta decir cómo terminó la nutria ¡a la parrilla y con papas!.

A la mañana siguiente, cuando el joven despertó, se fue hasta el lago para darse un baño porque por más que le hiciera mil comidas a su novia, ésta le seguía reprochando que se bañara más seguido ¡porque su olor era insoportable! Cuando se metió al lago (entre chuchos de frío) sí que se llevó flor de susto al ver un espíritu en el agua.

- ¡Insensible! ¡Te comiste a Marta! –dijo éste.-

- ¿A Marta? ¡¿Quién es Marta?!

- Marta, mi nutria, la que te comiste a la parrilla.

(¡Y con papas! Pensó el muchacho mientras buscaba una respuesta)

  • ¡Perdón! ¡No sabía que Marta era tu mascota!
  • No me importa, ahora vas a pagar lo que hiciste (y dicho esto desapareció).

Cuando el joven volvió preocupado a su casa, le contó a su novia lo que había pa

sado y se fueron a dormir pensando en lo sucedido.

Por la mañana, se asomaron por la ventana y notaron que el agua del mar subía cada vez más.

- ¡Vamos a morir ahogados por esa nutria piojosa! (dijo la chica)

- ¡Shh! ¡Se llamaba Marta!! No hagas enojar más al espíritu de las aguas…

- Como sea, tenemos que refugiarnos en las alturas, corramos hacia los cerros más altos.

- Bueno, vamos pero no te agites ¡porque ya estás grandecita como para que te lleve a upa! Además siempre te quejas de que te despeino!

Y así corrieron hasta subir al cerro más alto.

Esperaron y esperaron y, cuando ya estaban molestos entre los quejidos de uno y del otro, el agua bajó. Que bajó, bajó, sí, pero con ella se llevó a todos los humanos. La pareja bajó del cerro y al darse cuenta de la catástrofe tuvieron que hacerse una nueva choza (¡Que sí que le costó trabajo al pobre chico!) y fueron los encargados de repoblar la tierra.

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